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Gentrificación: Desplazamientos forzados

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La expulsión del espacio por parte de clases altas a clases bajas ha sido inherente al proceso de urbanización. Desde sus orígenes, las ciudades han brotado de la concentración geográfica y social de un excedente de la producción, siendo, por tanto, un fenómeno relacionado con la división de clase, ya que el excedente se extraía en algún sitio y a alguien, mientras que el control sobre su uso solía corresponder a unos pocos, ya fuera una oligarquía religiosa o un poeta guerrero con ambiciones imperiales (Harvey 2007), un capitalista o un rentista.

Patricio Escobar Salazar | Fundación Decide

 
 
Políticas públicas en distintas escalas, como regulaciones sobre los alquileres, existencia de viviendas públicas a nivel nacional o el trabajo co-gestionado con contrapartes locales, han sido útiles mitigaciones para que los hogares de bajos ingresos permanezcan en sus lugares.

Patricio Escobar Salazar

H  oy, a los que nos convoca con cotidianeidad la literatura sobre geografía social urbana es a hablar del concepto de gentrificación. Éste se define como el proceso de migración socioeconómicamente selectiva que hace que los hogares con mayores ingresos y mayor consumo se muden a áreas urbanas desvalorizadas (Atkinson & Wulff, 2009)[1]. Este proceso es posibilitado, como plantean autores como Stein (2019), por los intereses inmobiliarios y financieros, generalmente fuertemente ayudados por el estado. El concepto de gentrificación, acuñado en el año 1964 por la socióloga Ruth Glass, vincula clase y espacio. Esta palabra captura con precisión las dimensiones de clase de las transformaciones que se están produciendo en la geografía social de muchos centros urbanos de las principales ciudades (Smith 1996), un proceso global y creciente que aleja a los pobres de las zonas de la ciudad que contienen mejores bienes comunes urbanos. En Chile, la gentrificación ha sido conducida por las presiones inmobiliarias sobre barrios con mejoras urbanas, como, por ejemplo, la red subterránea de transporte público (Metro), capturando sus plusvalías (López y Sanhueza 2017); generando los llamados “efectos perversos” de la planificación urbana, consecuencias negativas colaterales generadas por la inversión pública sobre los mismos colectivos que pretende beneficiar.

La gentrificación ha sido definida para dar cuenta de la más reciente variante en la distribución del espacio por clase, que por razones económicas y políticas, se aprovecha del fortalecimiento de las ciudades desde la segunda mitad del Siglo XX, ya que buena parte de las economías urbanas del mundo capitalista desarrollado experimentan una dramática pérdida de puestos de trabajo en el sector industrial -que en Chile ha sido prácticamente desmantelado desde 1973-, existiendo un incremento paralelo de la provisión de servicios, del trabajo profesional y de una mayor cantidad de empleo en el ámbito de las finanzas, los seguros y los servicios inmobiliarios (Smith 1996). El segundo anillo del capital le llama Lefebvre, en donde el urbanismo tiene el papel de “fijar el capital en el espacio” (Lefebvre 1972), lo que genera migración de hogares hacia las áreas más pobres debido a que por sus precios más bajos, producirán un mayor rendimiento de la inversión privada apropiándose de las mejoras colectiva.

Fijando el capital en los centros de interés, el inversor encuentra el “algún sitio” de donde extraer el excedente de producción. Se rentan a partir de las plusvalías producidas de los bienes comunes urbanos producidos colectivamente, pudiendo estos ser un hito turístico cultural tipo monumento, una obra pública como una nueva estación de metro, algún cambio de normativa, hasta rentar de la “autenticidad” del barrio. Esto último, producto, entre otros factores, de que las imágenes en los medios de las «buenas» ciudades hayan formado una conexión cada vez más importante entre el capital, el estado y la nueva clase media urbana, con los intereses de los inversionistas, funcionarios y consumidores (Zukin 2009).

Se generan expectativas que atraen a trabajadores calificados con mejores ingresos, lo que aumenta los valores del suelo; entonces, los actuales propietarios deberán decidir si siguen con su arrendatario o lo desalojan para aumentar la renta potencial; y, en caso que habiten su propiedad, si la venden o permanecen habitando ésta. Las aparentes oportunidades para los antiguos propietarios de viviendas, no lo son tanto para las personas de bajos ingresos en estos lugares, si sus alquileres aumentan como resultado o si dejan de sentir que el vecindario apoya sus necesidades sociales (Atkinson & Wulff, 2009). Los estudios demuestran que los más desplazados son los arrendatarios; mientras que los propietarios locales de menores ingresos deberán escoger entre ser desplazados, sea por la venta o, por pérdidas de redes sociales, por la inexistencia de antiguos trabajos en el lugar, o por perder la focalización de servicios sociales para personas más vulnerables. Estos procesos ya se han establecidos y avanzan en centralidades de Santiago, y ahora amenazan a ciudades como Valparaíso en expandir este proceso más allá de los cerros Alegre y Concepción debido a la mejora de su borde marítimo, el posible tren de alta velocidad y las mejoras en su gestión municipal.

Afectando a los hogares más vulnerables, principalmente a ancianos, hogares monoparentales, de clase trabajadora y pobres no blancos y blancos, la gentrificación en Estados Unidos, Inglaterra y España ha tenido consecuencias para la armonía de la comunidad, los servicios locales y la infraestructura, la calidad de los entornos locales construidos y la asequibilidad de la vivienda que antes habían servido a las poblaciones de bajos ingresos.

El proceso de urbanización capitalista global que actúa en distintas escalas transforma ciudades completas en centros de interés para la renta. A su vez, para los gobiernos locales que buscan ingresos fiscales viables, la gentrificación puede parecer una ventaja no problemática; mientras que para los administradores estatales de vivienda pública, estos procesos pueden aumentar la necesidad y la asignación de recursos (Atkinson & Wulff, 2009), también podría ser que estos roles se den a la inversa, procesos acelerados ante el aumento de desplazamientos de capital y personas a escala global.

Políticas públicas en distintas escalas, como acuerdos de regulaciones sobre los alquileres, regulación de plataformas de arriendo inter-ciudades, la existencia de viviendas públicas a nivel nacional o el trabajo cogestionado con contrapartes locales, han sido útiles mitigaciones para que los hogares de bajos ingresos permanezcan en sus lugares. Sin embargo, el proceso de que cualquier hogar se vea obligado a mudarse de su residencia por condiciones que afectan a la vivienda o sus alrededores inmediatos (Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de los Estados Unidos en Le Gates y Hartman, 1981: 214) no se resolverá si no se modifica la “relación de los valores de cambio de los bienes raíces como un vehículo para la acumulación de capital” (Newman y Wyly, 2006, p. 31). Relación que es característica intrínseca del concepto de gentrificación y que se está expandiendo en las ciudades de manera global.

 

 

 

[1] Artículo en base a reseña de Atkinson, R., & Wulff, M. (2009). Gentrification and displacement: a review of approaches and findings in the literature. Australian Housing and Research Institute (AHURI) Positioning Paper No. 115, realizado para el Master de Estudios Territoriales y de la Población de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Bibliografía

Atkinson, R., & Wulff, M. (2009). Gentrification and displacement: a review of approaches and findings in the literature. Australian Housing and Research Institute (AHURI) Positioning Paper No. 115. Disponible en: https://www.ahuri.edu.au/__data/assets/pdf_file/0015/2733/AHURI_Positioning_Paper_No115_Gentrification-and-displacement-a-review-of-approaches-and-findings-in-the-literature.pdf

Harvey, D. (2007). Espacios del Capital: hacia una geografía crítica. Madrid: Akal.

Lefebvre, H. (1972). La revolución urbana 1. ed. Madrid: Alianza Editorial.

Le Gates, R. & Hartman, C. (1981), ‘Displacement’, The Clearinghouse Review, July, pp. 207–249.

López, E. y Sanhueza, C. (2017), «Inmobiliarias: capturan la mayor plusvalía que genera el Metro, pero tributan muy poco», CIPER, 26 de Julio. Disponible en: https://ciperchile.cl/2017/07/26/inmobiliarias-capturan-la-mayor-plusvalia-que-genera-el-metro-pero-tributan-muy-poco/

Newman, K. & Wyly, E. (2006), ‘The right to stay put, revisited: Gentrification and resistance to displacement in New York City’, Urban Studies, vol. 43, no. 1, pp. 23–57.

Smith, N. (1996).The New Urban Frontier: Gentrification and the Revanchist City, London: Routledge.

Stein, S. (2019) Capital City. Gentrification and the Real Estate State, London and New York: Verso.

Zukin, S. (2009). Changing landscapes of power: Opulence and the urge for authenticity. International Journal of Urban and Regional Research, 33(2), 543-553.

 

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